Casa&Ideas

-Te acordai, Marisa, de la mina esa que venía de Serena y que trabajó de cajera con nosotras cuando inauguraron la tienda?- -Sí, sí me acuerdo. Una mina bajita, súper delgada y de manos finas. Tenía lindas uñas, creo que vivía con el pololo en una pensión por allá en Matucana- El almuerzo trascurría aquel día sábado entre potes plásticos y fideos con atún. Marisa, en una suerte de superioridad, desde debajo del dintel de la puerta que daba a un patio, fumaba un cigarrillo. En el comedor de la empresa solo estaban ellas dos, el último turno para el almuerzo. Ellas, las cajas 14 y 16, hacían tiempo para volver a trabajar sin siquiera ir al baño. A las 6 terminaba el turno, y eran las 4. En práctica, aquello de ir a trabajar era una simple formalidad. -Karina, creo que ésa mina estaba un poco mal con el pololo. No sé, pero siempre lloraba en el baño- -Una vez en el paradero me contó que ella se vino a vivir con el pololo, pero que él la mandaba a trabajar y se tomaba la plata de ella-.
-¿No tenía familia?- -Sí, pero ella se había escapado de la casa- Aquella tarde del 19 de febrero, Marisa y Karina, en el comedor de una sucursal de un Casa&Ideas de Santiago, estuvieron acongojándose por la mina que entró a trabajar cuando inauguraron la tienda en el 2003, y que en los días antes de navidad desapareció por siempre, sin dejar rastro.

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