Un viernes cualquiera


La posibilidad de ser centrado es ínfima, es casi bastarda y absurda entre un mar de posibilidades infinitas que, a veces, me hacen perder la cabeza, como en un choque a 99 KM per hour.
El día no parte a las 7 de la mañana, empieza a las 2 de la madrugá, cuando llega el último (cigarrillo) del día, y los cuestionamientos de si la leche de mañana me convertirá en un chiquillo más rechoncho aun.
Y en la mañana, el dilema del pelo, de bañarse pródigamente por pasos, me hace sudar al llegar al colegio, por lo general, atrasado. Y en la espera de 45 minutos empiezo a planear el día, en la música que escucharé en el azulado, lo que escribiré (si es que escribo), en la mentira que le diré a la profesora cuando me pregunte por el libro que no he traído, en lo que le diré a mis insulsos compañeros, en si usaré modismos ingleses y en cuantas veces diré “ternesca” durante la jornada.
El diccionario Gañán, las tildes-acentos, la letra mala, el cuaderno multiprofesores, el lápiz que no sirve, la Parker que se me esconde, los chicles Orbit, el agua mineral. Los recreos sin comida, la leche “Light”, el pararse en una pata, la rodilla que me duele, el que no me toquen mucho, abrazar a la Fabiola. La clase de inglés, pronunciar correctamente “teacher”, no hablar en inglés, hablar en la clase de inglés, el Sebastián con su lenguaje Coa. Las realidades distintas. Con la profesora culta, la genialidá hecha mujer, la tímida frente a un grupo de cuicos arribistas. El día concluido. El almuerzo, el comer poco, el tomar agua, las obsesiones de mi hermana traspasadas hacia mi. ¡Bendita seas, hermana, por darme algo de entretención frente a la comida!
No descansar, la clase voluntaria de retórica & literatura, el juntar plata para la noche. El lapso entre las 6 y las 10 es ¡Fucking Awesome!, recibir a un grupo aquí en casa, beber hasta quedar sentao. Hablar sobre lo que no he hablado durante la semana, sentirse algo complementado. Las obsesiones se van por un rato. Se largan, el fumar el último, no planear la próxima mañana, pensar que en unas cuantas horas no tendré presiones. Olvidarse de lo traspasado por mi hermana, amanecer en un caos visual. Ducharse pródigamente, usar las zapatillas por los colores de la camisa. Usar sólo dos zapatillas en todo un año. Vivir en la incertidumbre, vivir temblando en las calorías, en el daño a los pulmones, en los cálculos renales, en el daño al hígado, en el no crecer más.