Voluble

Esa noche, Carmen volvió a tomar pisco luego de 3 años: Pedro se encargó de llevarle un Control de 40 a su exilio autoimpuesto en Argentina. Pedro, la semana anterior, se encargó de comprarle uno con el dolor de su alma, con su poca plata guardada para irle a visitar a San Juan, aquel verano del 87', bajo una ola de calor jamás antes sentida allá detrás de la cordillera.
Esa noche el pisco fue un trago de lo más cosmopolita para aquellos argentinos acostumbrados al fernet con agua mineral. -¡Che Pedro, esto es de lo mejor!- le decían con un tono casi de agradecimiento, unos muchachos altos, no más de 18.
Estaba claro que a pesar de sus 21 años, Pedro se seguía cociendo al primer hervor; ya en su segundo vaso se volvió a sentir solo en una ciudad ajena, en un país ajeno, gente que no le pertenecía, enchufes incompatibles con su máquina de afeitar. Él solo en una gran mansarda piso de madera, una Standard Eléctric rockeando a todo volumen, varias minas de alpargatas y su Carmen, todo voluble en ella excepto su acento, igual al de él.
Calor insoportable, la Levi's no daba más de mojada, bajó a comprar cigarrillos a una heladería en Mitre. Allí funcionan hasta las 3 de la mañana. Al igual que en Chile, Viceroy, salvo que acá son el pucho de la clase obrera y campesina. Los compró igual porque más pesos no le quedaban. Le miraron feo, él sonrió de puro ebrio.
Carmen voluble como siempre. Carmen tan de Argentina y no de Chile. Carmen ya no más de él, a pesar de haber pololeado a distancia por tres años de cartas y llamadas desde el Locutorio Persépolis por parte de ella, más barato llamar desde allí hacia Chile.
Ésa noche el pisco se acabó tan rápido como su memoria. Ésa noche, Pedro tomó fernet al igual que los demás. Ésa noche al menos tuvo el valor de salir a tirar con Carmen, a las 6 de la mañana, a las bancas de la oscura Plaza San Martín. Nadie en San Juan a esa hora. Tan cerca la plaza San Martín de la calle Mitre y de la mansarda piso de madera. Tan suave su piel, su aroma a jabón y cigarrillos.

-Levántate, que estoy preparando el desayuno- mientras se escuchaba como bajaba las escaleras hacia la calle. En el techo, un póster de Los Prisioneros. Sus cosas encima de la cómoda. Se asomó por la ventana y la vio cruzar la calle hacia la panadería de al frente, llévaba ella puesta su camisa Levi's de jeans. La calle tan de otro país, los árboles y las fachadas de las casas tan sombreadas. Encendió un cigarrillo, lo fumó mirando el paisaje de San Juan. El aire tibio y poderoso, la ciudad nublada, una mañana de enero. Pedro en otra ciudad queriendo dejar a Carmen tan voluble como siempre.

Polola

Pepe Pereira ya no quiere más sexo. Pepe Pereira se cansó del sexo. Pepe Pereira busca una polola para quererla, porque el sexo le sobra, pero no le llena.