Saltando El Tokio Eufórico (Mención Honrosa V Interescolar de Cuentos en Español UNAB 2008)


Eran las once de la noche en Tokio. La gente caminaba a la orden de los semáforos, yo y Señor J, mi amigo, nos sofocábamos con las estelas que dejaban los transeúntes al pasar.
La ciudad -a modo de disculpas- nos regalaba colores plásticos que se fundían sobre algunos edificios, e imágenes colorinches que se movían en gigantes paneles de neón.Muchos celulares sonaban al unísono, y todos se alertaban y se asustaban como si quien llamase fuese a cesar de llamar, y que su cabeza dependiera de ello.
Decidimos caminar un poco más y contemplar a los Amarillos. Eran raros los Amarillos. Eran masoquistas los Amarillos. Nos molestaba la actitud de los Amarillos. Pero al fin y al cabo estábamos en tierras Amarillas, y no podíamos alegar.
Nos sentíamos asqueados de tanto movimiento deshumano, y cada paso se hacía más pesado, y las obligaciones y frustraciones de los demás se posaban en nuestros hombros.
No supimos cómo llegamos a un callejón antiquísimo, que era iluminado por unas cajetillas que colgaban en el cielo a modo de luciérnagas. Poco a poco nos fuimos internando en el Japón olvidado, regalándonos un aire de esperanza en nuestro trillado ánimo.
Había lugares y rincones exóticos dentro de ese callejón: Sederías y tiendas de kimonos, pájaros como de libro ilustrado cantando dentro de una jaula, y papeles de arroz danzando en el aire.
Señor J decidió parar en una tienda senil, pero agradable. No entendíamos el porque de los carteles: Solo veíamos muchas cajas pequeñas llenas de especias, cristales, flores, y aceites. Resultó ser una perfumería.
Yo compre con billetes forasteros una esencia de jengibre para mí, y otra de flores de Durazno Rojo para Señor J. Salimos de ahí contemplando nuestras botellas destapadas, y sentimos esas maravillosas esencias. Nos elevamos.
Todo parecía etéreo: Las katanas eran suaves y mullidas, y las luces se transformaron en vapor de agua que subía rápidamente hacia la atmósfera. Ese momento mágico se convirtió en realidad pura, y despertamos de nuevo en la ciudad insaciable, sintiendo todo con más energía.
Nos atrevimos a sentarnos en los techos de los taxis: Sentíamos la brisa en nuestros cuellos, y gritábamos de euforia. Teníamos muchas ganas de experimentar lo nuevo, lo fresco, lo oscuro y lo no tanto.
Entramos a un restaurante relativamente neoplástico-japónico y compramos algo de arroz. Luego lo comimos a puñados mientras saltábamos de edificio en edificio. Comíamos y reíamos, gritábamos y bailábamos frenéticamente al son del canto del viento, y las sirenas de los automóviles.
Veíamos las formas cuadradas e hirientes de todos los componentes de la ciudad, y nos dimos todo el derecho de redondearlos un poco.
Formamos parte de la naturaleza que vivía escondida dentro de Tokio. Formamos parte del agua que caía finamente en forma de rocío en los paraguas, pisos, estatuas y plantas. Formamos parte de los colores nocturnos, que a veces eran naranjas y otras veces verde: Pure Energy.
Éramos dos occidentales en Japón. Éramos una sola amalgama de magia, colores, sabores y fragancias. Éramos el punto neurálgico de la ciudad, la vida misma.
Luego de haber vivido Tokio como nunca en nuestra piel, nos quedamos sobre la copa de un árbol, y esperamos en silencio el alba en la Tierra Del Sol Naciente, con el aire rozándonos el rostro.

1 comentarios:

Unknown dijo...

:O Soy el primer comentario.

Esta muy cool tu cuento.. como todos ¬¬ xD Me gusto tu blog, es lindo aunqe con lastfm no llevas a ninguna parte.. buscate uno más bcm.. además no puedo verlo xD. Qeda poco para qe me vaya a stgo.. asi qe si muero en el camino, qiero decirte qe escribes bcm, y eres muy buen escritor. :D

Nacha.

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