Mi mamá me lo compró, y es de Avon.

¿Cómo llegué aquí? No tengo idea, pero lo importante es que estoy. Hoy cuando me levanté, ni siquiera se me pasó por la cabeza la idea de estar en un jeep más grande del que mi familia puede optar, con el pelo mojado y con una imagen característica de los típicos tipejos que pasan al lado tuyo y que el aroma a sexo y desodorante barato los hace flotar, en un barullo algo pegajoso de jeans y chaqueta de cuero.

Esto de ser el pendejo pervertido me encanta. Es la zorra ser famoso por algo que nisiquiera mis amigos saben (bueno, saben dos de mis amigos, pero ellos no son mis amigos, ellos son mis fieles partners).
En la tarde, mientras almorzaba, mi celular sonó y al ver que era un número desconocido, supe al tiro que aquello no era limpio de hablar en la mesa, y estaba en lo cierto: no lo era. Una voz femenina algo seca y cortante me contó que ha obtenido mi número por ahí. Me trató de Pepe, así que deduje al instante que de sexo se trataba el trato. Terminé mi plato con una sonrisa gigante y mi mamá juró de panza al suelo que aquellos fideos fueron la gloria máxima, pero no.

El punto es, que la tarde pasó rapidísimo, y la noche se volvió hacia mí como si me hubiera esperado todo el día. A eso de las once de la noche me vuelve a llamar la mujer esta. Carmen Gloria, nombre de vieja con plata, y lo es. La cita fue en Cisternas, cerca de mi casa. Antes de cortarme me transó dinero a cambio, y como andaba corto de dinero, y como tenía carrete luego de la ducha en la casa de esta tipa, me vino como anillo al dedo.

Te diré que estar de prostituto, chaqueta de cuero y pelo mojado, en una calle transitada, me pareció de lo más choro. Era como ser el protagonista de Mysterious Skin, salvo que él es puto, yo no. Pero bien, me sentía genial.
Rato después de mi último cigarrillo, un Grand Cherokee verde se estaciona frente a mí. Sonaron los seguros de las puertas, y supe de inmediato que aquella era Carmen Gloria. Al entrar al auto me di cuenta que aquella mujer no estaba para nada mal. De hecho, era una de esas cuicas interesantes que se encuentran a la hora de almuerzo tomando café en los locales del Mall, a modo de comida. Harto rica la Carmen Gloria.
Ella no me mira porque ya me miró bastante en las fotos que tengo arriba en Internet. Aquí no hay tensión ni nerviosismo: Estoy a merced de una mayor que yo. Hoy no me toca llevar la delantera, le toca a ella. Yo estaré toda la noche de manos en la nuca, incluso mucho después de que me vaya de su casa.

La conversación es fluida. Fluidísima, como si ella y yo nos conociéramos desde mucho antes del 1992. Nos embalamos tanto conversando, que olvidé en donde estaba, la hora, las calles y que ella no era nada más ni nada menos que mi clienta. –No me he olvidado de nuestro trato, corazón. Toma, ahí tienes treinta mil pesos. Bájate y cómprame un Ballantines, una cajetilla de Kent One y unos condones con sabor que te venderán en la caja. El vuelto es tuyo, cómprate lo que quieras. – ¿No se te ofrece nada más?- y recibo un gesto de respuesta, un gesto mal hecho y con desgano, mientras escribe quizás un SMS desde su Blackberry morada. Cruzando la calle me grito a mí mismo “Qué mina más cuica”.

-¿Todo bien, corazón?- Me pregunta la mina que atiende la botillería. –No, no está todo bien, pero mejor imposible-.
De vuelta en el auto encuentro a esta tipa igual a como la dejé. Al entrar suenan las botellas: Un Ballantines, una Budweiser para mí, y un Stolichnaya para más tarde. Las demás cosas blandas están en el bolsillo de mi chaqueta.
Girando en Larraín Alcalde esta mujer me habla de lo rico de mi perfume. Ya tiene el cuento comprado que vengo de una familia pobre, así que le miento y le digo que es de Avon. Las cuicas aman a los niños pobres. No lo soy, ella tampoco es virgen.

Ya en su casa todo es distinto. Ya no es algo como lo que sentí en el auto. Esto es más denso, aquí hay plata de por medio. Ya me gasté parte de mi cuota, así que no debo dar paso atrás.
Me manda a la cocina a buscar hielo, mientras que hurguetea en la radio para poner un CD de los éxitos de Cindy Lauper.
–Hoy solo quiero divertirme- me grita desde el living, mientras observo horrorizado una foto que tiene pegada con imanes en la puerta del refrigerador. Una foto que me aclara que Carmen Gloria no es una simple clienta, ni una simple mujer a la que hoy follaré: Carmen Gloria es la mamá de una de mis compañeras de mi curso paralelo del colegio. Ya el dinero está gastado, los condones comprados, y estoy lo suficientemente cerca para sentir su perfume, que por cierto, es el mismo que usa mi madre.-

1 comentarios:

adrianoqueer dijo...

oye juanito esto es cierto???? quedé pal pico! jajajjajaja. un abrazo

Publicar un comentario